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El pasado primero de diciembre se conmemoró el Día Mundial de la Lucha contra el SIDA. En Latin American Journal of Clinical Sciences and Medical Technology nos unimos a esta celebración. Es una política de nuestra revista enriquecer nuestro contenido dando la voz a los pacientes. Por lo tanto, invitamos al Prof. Luis Adrián Quiroz, Coordinador General de Derechohabientes Viviendo con VIH del Instituto Mexicano del Seguro Social, para escribir una editorial desde su perspectiva. Es un privilegio para nosotros poner a disposición de nuestros lectores el siguiente texto, que consideramos de gran interés.
Dr. Gilberto Castañeda Hernández
Editor en Jefe
La profilaxis pre-exposición (PrEP) es una herramienta innovadora y efectiva en la prevención del virus de inmunodeficiencia humana (VIH) porque su eficacia es cercana al 99% cuando se usa de manera adecuada. Sin embargo, pese a su efecto positivo en la salud pública, la implementación y el acceso a este tratamiento enfrentan un obstáculo mayor: el prejuicio social sobre el ejercicio de la sexualidad, especialmente de poblaciones clave como hombres que tienen sexo con hombres (HSH), trabajadores sexuales, personas con múltiples parejas sexuales y hombres trans.
La PrEP no sólo protege físicamente contra el VIH, sino que también empodera a las personas para ejercer su sexualidad de forma segura y sin miedo. Pero, para muchos, este avance médico es percibido desde una óptica moralista, que etiqueta a sus usuarios como «promiscuos» o irresponsables, lo cual perpetúa estigmas profundamente arraigados acerca de cómo «debería» vivirse la sexualidad. Estos prejuicios dificultan el acceso al tratamiento y generan un clima de vergüenza que puede desincentivar a las personas a buscar este recurso preventivo.
Es fundamental reconocer que la PrEP no fomenta la irresponsabilidad, sino que responde a un derecho básico: protegerse frente a una infección que ha afectado a millones de personas en el mundo. Además, reduce la carga económica y emocional asociada con el tratamiento del VIH en sistemas de salud porque previene nuevas infecciones. Ignorar esto por un juicio moral no sólo es un error, sino un atentado contra el derecho a la salud.
Igualmente, el prejuicio hacia quienes usan la PrEP refleja un problema mayor: la resistencia a aceptar la diversidad en las formas de vivir la sexualidad. Las campañas de salud pública, así como los sistemas de salud, deben centrar sus esfuerzos en educar a la población acerca de la importancia de este tratamiento, desmantelar los estigmas asociados y normalizar su uso como un acto de autocuidado, no de vergüenza.
Es momento de que, como sociedad, dejemos de castigar a las personas por sus elecciones sexuales y, en cambio, celebremos los avances que nos permiten vivir con más libertad y seguridad. La PrEP es un símbolo de progreso; defenderla y erradicar los prejuicios que la rodean es una obligación moral y social.
Con educación, empatía y acceso podemos transformar la narrativa en torno a la PrEP y garantizar que todas las personas tengan la oportunidad de ejercer su sexualidad libremente, con respeto y sin temor.